Además, REGALAN LA SAGA BELLVER, COMPLETA y totalmente ilustrada a través de la fanpage de Demonios de Formentera en Facebook: a todos los que se han descargado alguna de las versiones de Demonios de Formentera o El Poder de la Sangre, han puesto "Me gusta"y han dejado un comentario, sólo tienen que escribir un mensaje a la fanpage en Facebook con el link de su comentario y te envían la saga completa, totalmente gratis. Sólo por las ilustraciones ya vale la pena, pero yo me la estoy leyendo y estoy completamente enganchada.
El Demonios de Formentera os lo podéis descargar en Amazon. Os copio aquí mi reseña y más abajo información extraída del blog de la autora:
Detalle de las manos en la ilustración de un romántico abrazo. Alta literatura y más de 50 preciosas acuarelas, ¿qué más se le puede pedir a una gran historia de amor? |
Una magnífica trama de elevada estética literaria. En Demonios de Formentera hay una especie de misticismo antiguo, un leve sabor arcaico que le da alma de clásico, especialmente en los diálogos, que tienen algo de shakespearianos, y sin embargo se lee más fácil de lo que esperaba cuando me bajé la muestra gratuita. Los temas del amor, la amistad, el honor, el valor... están magníficamente tratados, y la originalidad de la trama hace que la lectura sea entretenida y ágil, a pesar de la abundancia de descripciones. Es tierna y violenta al mismo tiempo, una mezcla extraña pero que funciona.
Nota: las preciosas ilustraciones son de la propia autora.
"Os hablaré, oh rey, del surgimiento de enojos, resentimientos y tribulaciones que infestaron toda nuestra buena fortuna, y nos hundieron a todos en la miseria".
Demonios de Formentera es, ante todo, un canto de amor, una gran historia ambientada en el Mediterráneo, que nos llevará a recorrer Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera en un viaje épico desbordante de romanticismo y fantasía. Demonios de Formentera bebe de fuentes tan diversas como Tolkien, E. R. Eddison, T.H. White, Isidore Ducasse, Lord Dunsany o el auténtico padre de la literatura fantástica: Homero. Con sus románticas ilustraciones, unos personajes deslumbrantes, un vocabulario espléndido y una escritura esmerada, no hallarán en él una lectura apta para lectores noveles o amantes de la lectura fácil y olvidable: Joana Pol nos presenta un libro para saborear y disfrutar no sólo unos pocos momentos, sino para siempre.
En un mundo violento y extravagante, Falcó de Alanzell y Jasíone de Formentera deberán sufrir por su amor imposible. Él, joven e idealista, lucha contra los prejuicios de aquellos que consideran que Jasíone, señora de Formentera, sólo siente por él un encaprichamiento pasajero. Sus aventuras nos llevarán a recorrer una Balearia mágica, repleta de lugares extraordinarios y habitada por unos seres que aman la belleza y el lujo, pero también la sangre y los peligros.
En estos tiempos en que todo está inventado, podemos decir de Demonios de Formentera que en términos literarios podría haber acabado siendo el Monstruo de Frankenstein, pero en cambio es la criatura perfecta que había soñado crear Frankenstein: una historia principal original, ambientada en las Islas Baleares, vestida y presentada con un fastuoso traje que combina los estilos de los mejores modistos de diferentes épocas, hilvanado con elegancia y sutileza, de tal modo que, como promete la contraportada, se combinan a la perfección la grandeza de Homero, el dolor de Duchasse, el onirismo de Lord Dunsany, la extravagancia de Eddison, la violencia de A. Machen, la lírica de Tolkien, el humor de T.H.White y el desparpajo de los cuentos populares...
Podéis descargaros legalmente el libro completo en catalán aquí:
http://xurl.es/dimoni
Y descarga legal del libro en castellano aquí:
http://xurl.es/demonio
Os dejo con unas pocas de las numerosas ilustraciones que vais a encontrar en la saga! (Información e imágenes extraídos del blog de la propia autora).
Guiomar (detalle)
Guiomar y Silencio son las protagonistas femeninas de la trilogía "Bellver".
La
joven Silencio se ha convertido en uno de los personajes favoritos de
los lectores. No aparece hasta el segundo volumen, El Poder del Amor,
pero ha causado una auténtica revolución. Y es que, entre tanta
tragedia, se agradece la vivacidad de esta hada inocentona pero tan
vivaracha, las risas que nos echamos gracias a ella no tienen precio
entre tanto dramatismo!
Falcó
sigue causando estragos en los corazones de los lectores. No cabe duda
de que es un personaje muy complejo, y está entre mis mayores logros.
¿Por qué nos gusta tanto la gente que sufre injustamente?
Bellver
es un personaje polémico, sin duda. Durante el experimento literario
los lectores al principio declaraban que les resultaba antipático, pero
una de las mejores características de la trilogía es la evolución de los
personajes, y Bellver acaba siendo no sólo un personaje muy querido,
sino realmente AMADO. Lo cual no es fácil de conseguir para un personaje
de ficción.
Por lo que se ve, a Joana Pol le gustan los dibujos de hombres abrazados. |
Ah,
vamos a por los dibujos polémicos. Los que conocen mi obra saben que me
gusta jugar con la ambigüedad, pero es porque me agrada que el lector
llegue a sus propias conclusiones. Aún así, no negaré que me causa
estupor ver que, a estas alturas, aún existe tanta homofobia sin tratar.
El día en que subí a la fanpage las ilustraciones que siguen, multitud
de seguidores masculinos hicieron click en el botón de YA NO ME GUSTA.
En unos pocos días la fanpage perdió más de 1.000 seguidores, un 5%. No
parece mucho, pero ahí está ese porcentaje. Una de cada 20 personas no
soporta que dos guapos chicos se abracen, o se besen. El arte
homo-erótico tiene su público, pero por lo visto también sus
detractores. Que conste que algunas de las imágenes que tanto
escandalizan a alguna gente no ilustran en la novela momentos eróticos,
sino de gran dramatismo. Por ejemplo, este abrazo es entre dos hermanos,
no entre dos amantes. Aunque admito que éste es mi juego y que soy un
poco pícara. :-)
Hombres jóvenes y guapos abrazándose. Estética romántica y sensual. ¿Ambigüedad o Gay Romance? |
Dos bellos hombres jóvenes besándose. Bueno, ¿acaso está prohibido el romance gay? |
La imagen es de un beso hermoso, sensual y romántico, lleno de simbolismo. El texto que ilustra da a entender otra cosa, pero la imagen es claramente Gay Romance. |
Admito
que la imagen es como es: es un beso, si puedo dar mi propia opinión,
un bellísimo beso entre dos hombres hermosos que se quieren mucho.
Además, la imagen está repleta de simbolismos, como las dos mariposas
atrapadas en la bola de cristal, la araña, las fresas que crecen en esos
arbustos espinosos... Pero en el libro, el momento que ilustra este
dibujo no tiene nada de erótico. Al contrario, el 90% de los lectores
del experimento literario declararon haber llorado, literalmente. Uno no
llora porque dos chicos se den un beso. Sigue siendo mi juego. Soy mala
y manipuladora! :-)
Nuevamente encontramos otra imagen "Gay Romance" |
Oh, oh, oh, capítulo aparte merece esta imagen. Esta ilustración la titulé
“El Beso de la Vida”,
está inspirada en la famosa fotografía de Rocco Morabito “Kiss of Life”, que podéis ver más abajo.
Esta
dramática fotografía ganó un Premio Pulitzer en 1968. Apareció en los
periódicos de todo el mundo el año en que nació Joana Pol, 1967. Precisamente
buscando efemérides fue como descubrí la imagen y quedé
impresionada. La foto mostraba a un aprendiz de instalador de líneas
eléctricas, R.G. Champion, que había entrado en contacto con una línea de 4.160
voltios, siendo resucitado por su compañero J.D. Thompson, mientras colgaba de
la parte superior del poste. Champion sobrevivió, superando la terrible
experiencia. Morabito hizo su famosa foto cuando regresaba de cubrir una huelga
del ferrocarril. Utilizó su radio para indicar al periódico que llamasen a una
ambulancia, y después de hacer la foto llamó de nuevo por radio al periódico,
que estaba cerca de su hora límite, para decirles: “Es posible que deseen esperar a esto. Creo que tengo una muy buena”.
Usé la
imagen para ilustrar uno de los momentos más dramáticos de El Poder de la Memoria,
haciendo una sutil división entre la zona superior de la ilustración, que
representa la muerte, y la zona inferior, repleta de vida.
La ilustración que sigue a continuación, en cambio, consiste en un homenaje al famoso cuadro de Bouguereau “Le Ravissement de Psyche”,un tema mucho más amable de un artista que siempre me ha gustado.
Preciosa y romántica ilustración inspirada en un cuadro de Bouguereau, El rapto de Psique. |
Incluso los retratos masculinos tienen estética gay. Todos sus personajes masculinos o femeninos son muy hermosos y sensuales. ¿A qué juega Joana Pol? |
Tárrec: tan hermoso como depravado. Belleza, sensualidad, rosas azules... ¿Es esta la imagen de un auténtico canalla? |
Tárrec tiene
26 años. Procede como Falcó del otro lado del Muro, es de linaje real; es el
Capitán General de las fuerzas de Lladern IX, rey de Parellada; se unió a éste
para vengar la muerte de su hermano mayor, Oleguer, a manos del demonio Adonis
Adiant. Odia profundamente a los demonios, pero sostiene una devastadora lucha
interior porque se siente brutalmente fascinado por Jasíone, por la que sufre
una atracción enfermiza y confusa, entre el amor y el odio, que lo atormenta.
Es un joven atractivo, vigoroso, un gran guerrero, ludópata, juerguista,
mujeriego, lascivo, machista, valiente, impetuoso, vicioso, y aunque le gusta
bromear (sobretodo para humillar o sacar de sus casillas a sus superiores),
casi siempre está de mal humor, sobretodo cuando bebe demasiado. Es un hombre
inteligente y hábil, pero brutal, un hombre capaz de grandes logros si no fuera
por el lastre de su rencor y sus
prejuicios. Podría ser el personaje más popular de la saga.
"Y
en verdad que era un placer contemplar a Tárrec, con su figura
atlética, las manos fuertes y morenas, y aquella atractiva sonrisa que
relucía con más fuerza en contraste con las mejillas rasuradas y
encendidas y sus insolentes ojos azules".
Se
da la circunstancia de que lo dibujé desnudo. Uno de los lectores pidió
que lo vistiera, porque le turbaba que un tipo tan malo apareciera tan
atractivo. La indumentaria que escogí para vestirlo es de auténtico
macarra, como podéis ver. Sí, sí, es muy guapo. Pero te encuentras a
este personaje de noche en cualquier callejón... y no me digas que no
echas a correr con todas tus fuerzas! Pues esa es la idea. Las cobras
reales también son hermosas.
Falcó, Duque de Alanzell en Mallorca, es el romántico héroe protagonista.
La
ilustración de Falcó es una de mis favoritas. Hice muchas pruebas y
existen multitud de bocetos con el que tenía que ser el rostro del joven
protagonista de Demonios de Formentera, quería inspirarme en alguien
muy especial porque el personaje lo merecía. Finalmente, un día me topé
en una cafetería de Palma con el rostro perfecto, y lo retraté. Es
irónico que el modelo de mi personaje principal acabara siendo un
completo desconocido al que probablemente no volveré a ver jamás.
Aquí podéis acceder a alguno de mis fragmentos favoritos sobre Falcó de Alanzell, en catalán y en castellano. Y ésta es su descripción en la Biblia de Personajes para el proyecto de serie de tv.:
FALCÓ (protagonista)
Tiene
20 años. Inteligente, sensible, de carácter alegre y bromista, valiente
e idealista. Es alto y delgado, de cabellos castaños ensortijados, sus
ojos son tiernos, bellos y amables como los de un ciervo, tiene una
preciosa sonrisa y buena voz. Le gusta cantar y tocar varios
instrumentos, aunque su preferido es el laúd de 10 órdenes. El
Taumaturgo, después de causar las muertes de sus padres cuando Falcó
apenas tenía 3 años, se apiadó del niño y lo adoptó como propio. Gracias
a su educación por el Taumaturgo, es culto y diestro con todo tipo de
armas y conoce muchos secretos relativos a la Zona Prodigiosa y los
Ocultos. Aunque siempre desconfían de él por su relación con el
Taumaturgo, la gente le toma simpatía con facilidad, pero su carisma no
impedirá que tenga que afrontar y superar grandes dificultades que le
causarán un enorme e injusto sufrimiento, más lamentable por ser tan
alegre y joven. Él será la clave en la lucha entre Formentera y
Parellada, aunque su único deseo es conseguir el amor de Jasíone y estar
con ella. Falcó es tan sólo un joven de buen corazón desesperadamente
enamorado, pero las aventuras en la Zona Prodigiosa le prepararán para
convertirse en un hombre extraordinario, capaz de asumir su elevado y
misterioso destino.
A
continuación, otra de mis ilustraciones favoritas, que aparece por
primera vez en la 8ª edición del libro, es ésta, que ilustra el
fragmento que citaré a continuación. Tenía varios bocetos sobre este
momento, que siempre me pareció bastante importante para entender la
evolución del personaje, y me decidí por fin a realizar la ilustración y
a insertarla en el libro porque los propios lectores me animaron a
hacerlo. Me encanta jugar con la ambigüedad, porque creo que la vida
está llena de matices y no creo en el blanco y negro. A muchos lectores,
especialmente masculinos, les ha chocado esa escena, y no les cuadra
que un hombre profundamente enamorado de una mujer bellísima pueda
protagonizar un beso como éste. Yo creo fundamentalmente en el sexo
tierno, pero pienso que el sexo también tiene mucho que ver con la
violencia, especialmente cuando es sexo espontáneo, arrebatador, fruto
de un momento intensamente vital.
"Hombre besando a otro hombre". El polémico beso entre dos guerreros.
Fragmento:
Cuando
así lo hubo derrotado, Falcó se echó encima, y sentado sobre el
estómago del demonio lo cogió por las muñecas y lo obligó a mirarlo a la
cara mientras le decía:
—¡Acepta tu derrota y cumple tu palabra, Garric Bordiol!
Y,
espoleado por la rabia, Garric sacó fuerzas y tensó su espalda y dio
tal sacudida que consiguió cambiar la situación, y Falcó fue quien quedó
debajo de su cuerpo, y él quien lo sujetaba por las muñecas, y
teniéndolo así a su merced Garric Bordiol se inclinó sobre su rostro.
Falcó, de alguna manera sorprendido por la proximidad del rostro de
Garric y cautivo por la intensidad de su mirada, dejó de resistirse, y
entonces Garric Bordiol se acercó más todavía, y lo besó en los labios, y
no fue un beso rápido, ni feroz, ni mucho menos casual, sino profundo,
sensual y lánguido, y se prolongó mucho más de lo que cabía esperar.
No
es la única ocasió en que otro hombre besa a Falcó. De hecho, en mi
novela "Bellver" se da la siguiente escena, calificada por muchos de mis
lectores como de las más emocionantes del libro:
Junto a la cordillera de Sa Tramuntana, de madrugada, dos hombres jóvenes aguardaban el alba en silencio: uno para matar, el otro para morir. Ambos contemplaban el paisaje ante ellos.
El día antes había empeorado el tiempo, y se juntaron nubes que procedían del oeste y del sur, hasta que todo el cielo era un revoltijo de nubes enormes, plomizas y cargadas de agua, separadas entre sí por líneas blancas de aspecto oleoso. Nada más ser pronunciada la terrible sentencia de muerte, empezó a caer la lluvia a grandes gotas, como si el mismo cielo llorara.
—¡Anteponer la vida de la Reina a la ruina de Balearia es alta traición! —había gritado Raimon Llull—. ¡Ni vuestro título de Rey os salvará de la pena de muerte!
Falcó se estremeció al recordar que el Rey había alzado la mirada: sus ojos parecían terribles, y tan fríos como el hielo. Se arrebujó en su manto y se preguntó una vez más: "¿Por qué yo, entre todos, he sido el elegido para llevar a cabo la ejecución?"
Y el Rey, adivinando su pensamiento, dijo:
—No quiero que ningún otro me ponga las manos encima.
El condenado se quitó el manto, las armas, la armadura, la cota de malla y la camisa. Aun así, su estado de ánimo le impedía sentir el mordisco del frío. Cuando besó su espada, ésta emitió un gemido prolongado.
—¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? —dijo el Duque— Me perdonaste la vida, pero yo te juré que un día te mataría.
—Falcó —dijo el Rey, tendiendo su mano hacia él—. Oh, Falcó... —repitió, rompiéndose su voz como se rompe una cuerda que soporta demasiado peso.
Y entonces Falcó leyó en sus ojos opalinos tan claro como en un libro abierto: y vio su alma valerosa, que tropezaba con el gran abatimiento que como Rey intentaba por todos los medios eludir, y no fue capaz de consentir que su amigo flaqueara, pues conocía y amaba su corazón orgulloso. Y Falcó, con lágrimas en los ojos, le imploró:
—¿No podría ser un combate? Me lo debes.
El Rey rodeó la nuca de Falcó con las manos, y juntó sus frentes y, tan fugazmente que Falcó se preguntó durante el resto de su vida si no lo había imaginado, lo besó en los labios.
—No digas nada, Falcó —el Rey barrió con los pulgares las lágrimas de su amigo, y le regaló su última sonrisa—. No llores.
El Rey, magnífico con los cabellos al viento, echó a correr por la llanura nevada. Falcó, sin perder de vista su figura, mientras le daba tiempo para calmarse al repentino cataclismo que se había adueñado de su corazón, cargó las cosas del Rey sobre el caballo, montó en su yegua negra, y empezó a seguirlo.
Muchas horas de persecución después, bajo un crepúsculo sangriento, el Rey yacía exhausto junto a la orilla de un lago congelado.
Falcó llegó a caballo, desmontó, tomó un hacha que llevaba preparada, y avanzó con la mirada vacía. Pasó sobre el cuerpo del Rey, cuya respiración era muy agitada, y abrió a hachazos un agujero en el hielo.
Sin cambiar de expresión, Falcó agarró al Rey por un brazo, y le colgó del cuello un radiante rubí engastado en una cadena de oro; el corazón del verdugo se aceleró al ver la piedra roja junto a la anfisbena de oro que siempre brillaba sobre el pecho del Rey.
Falcó apretó los labios, arrastró al Rey hasta el agujero, y lo hundió en el agua helada. Así había sido dispuesto: pues la sangre de un rey no podía ser derramada.
El Rey sólo se resistió al final, sacando sus manos y agarrando el firme brazo de Falcó.
Los ojos de Falcó se anegaron mientras seguía manteniendo sumergido al Rey. Las manos de éste perdieron fuerza y se hundieron.
Las últimas burbujas se extinguieron; Falcó lanzó un grito salvaje, y el mundo se detuvo, con todos sus ruidos y tumultos, y cuando Falcó se quedó sin aliento todo a su alrededor era silencio. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras mantenía sumergida la cabeza del Rey. Ya no salían burbujas de aire.
El Rey había muerto.
Falcó lo sacó del agua y lo abrazó, sintiendo que moriría allá mismo de puro dolor y congoja. Gemía y lloraba amargamente mientras intentaba apartar los cabellos del rostro amado. El Rey tenía los ojos medio abiertos, y ya no eran de aquel portentoso color índigo opalino, sino de un matiz apagado, y ya no tenía los colores del melocotón, sino la cara pálida, y los labios azulados.
Nunca pensó Falcó que ver aquel rostro hermosísimo, ahora sin vida, pudiera ser tan terrible. Falcó le apretó la mano, como esperando una respuesta de aquellos dedos que tantas veces había soñado. La mano del Rey era como la tierra húmeda. Su frío recorrió el cuerpo de Falcó y le hirió el corazón. Dijo para sí: «Está muerto».
Con esto, el horror cayó sobre el alma de Falcó como una locura.
La siguiente ilustración no es precisamente la mejor del libro, pero es una de las más demandadas por los lectores más jóvenes. Yo creo que no es por la ilustración en sí, sino por el personaje, Adonis Adiant, uno de los demonios más carismáticos y con más personalidad del libro. Un personaje que a menudo es insufrible, indudablemente presumido, insoportablemente engreído, ¡pero a los lectores les cae bien! En la Biblia de Personajes se le describe del siguiente modo:
ADONIS ADIANT (personaje principal)
Es
el Señor de Alaior, aparenta unos 25 años, pelo largo rubio oscuro, es
tan refinado que a veces parece incluso afeminado, pero a la hora del
combate es una fiera, el mejor guerrero entre los demonios, y el más
presumido, orgulloso y sibarita. Carismático y muy querido entre los
suyos, también es el demonio que más odios despierta entre sus enemigos,
por su carácter desdeñoso y libertino, por su cinismo, y sobretodo por
su costumbre de bromear y en ocasiones de humillar públicamente a la
gente, a veces de forma bastante cruel. Es tremendamente racista contra
los humanos. Además, está enamorado de su prima Jasíone, por lo que no
soporta a Falcó. Hace gala de un humor muy ácido y desdeñoso, capaz de
lanzar los insultos más ingeniosos y destructivos, y las pocas ocasiones
en que pierde los estribos se convierte en una criatura horrenda.
Ya
se habían sentado, aquí y allá en sillas y bancos, Xenixell y su
hermano Abatzer, Fleix, Xipell, y una docena más. Adonis Adiant también
estaba allí, de pie pero perezosamente apoyado en una columna, con una
copa en la mano. Llevaba los cabellos recogidos a la espalda con una
cinta de seda azul, y todos los colores verdes y florales se reflejaban
en su camisa blanca, que llevaba medio abierta sobre el pecho.
Falcó,
caballeroso, le arrimó a Jasíone una silla para que se sentara, pero
cuando quiso sentarse junto a ella Adonis Adiant lo interpeló:
—Me han contado, señor duque de Alanzell, vuestro gran papel en el combate de Es Graus. Dicen que sois un gran guerrero.
—Señor
mío, tuve el mejor maestro que guerrero alguno podía soñar: ni más ni
menos que el Taumaturgo, el hombre que venció a Berenguer, rey de
Balearia. Todo lo que sé me ha costado muchas lágrimas y padecimientos,
pero sé que todavía me queda mucho por aprender.
—¡No
lo decís en serio! Estáis convencido, señor, de ser tan buen guerrero,
que os presentasteis al Combate del Demonio pensando que podíais vencer.
—Y de hecho, así fue —interrumpió Garric Bordiol.
—¿Estáis seguro, duque de Alanzell, de que obtuvisteis la victoria porque erais el mejor?
Los
rostros de Garric Bordiol y Jasíone mostraban disgusto con aquella
situación, pero Falcó, sorprendentemente, se echó a reír.
—Señor,
ya he conocido al mejor guerrero, y no soy yo, ni sois vos. Oh, sí,
señor mío, podéis poner la cara que queráis —continuó riendo Falcó, de
muy buen humor ante la expresión de incredulidad de Adonis Adiant—. No
tengo ninguna duda: escuchad estas palabras y fijadlas bien en vuestra
memoria, pues el mejor guerrero del mundo conocido es una mujer, y es mi
señora Jasíone. Pues ella es capaz de desarmar al contrario con una
sola mirada de sus ojos.
La galante ocurrencia de Falcó hizo reír a todos, menos a Adonis Adiant.
—Aun
así —dijo Adonis—, hoy, aquí, antes de que vos llegarais, ha habido
quien se ha atrevido a comparar vuestra destreza con las armas con la
mía propia. Y pienso que debéis entender que no esté dispuesto a
consentir que me comparen con vos. Por lo tanto, y si no tenéis nada en
contra, os quiero proponer que nos midamos, ahora y aquí mismo, si os
place.
Jasíone quiso levantarse, pero Falcó la mantuvo sentada con un gentil gesto.
—No
es cosa que me plazca, ahora mismo, pero entiendo que vos la
necesitéis. Y aun así ya estoy de pie, y el desayuno ha sido magnífico.
¿Qué mejor manera de daros las gracias que accediendo a vuestro deseo?
Además, no es mal lugar éste, pues el césped evitará que nos hagamos
demasiado daño.
—No
quiero probarme con vos en un combate sin armas, Falcó. Que os traigan
vuestras armas, señor. Y defendeos lo mejor que sepáis, pues sólo una
buena defensa os puede evitar que os haga daño.
Garric Bordiol se puso de pie y se enfrentó a su primo.
—Eres
caprichoso, demonio. Tienes el cuerno clavado en esto y no hay forma de
que lo dejes estar. ¿Crees que, aunque tú seas mi querido primo, puedo
permitir que por tu capricho causes algún mal a Falcó, que es mi amigo?
—No
puedo evitar que escojas bien o mal a tus amigos, primo. Como has dicho
antes, tengo el cuerno clavado en esto, y me conoces bastante bien para
saber que no puedo tener sosiego hasta que tenga lo que busco: un buen
combate.
Ya
llegaba el sirviente con las armas de Falcó, y otro con la espada y el
escudo del señor de Alaior. Las sonrisas habían quedado heladas en los
rostros, menos el de Fleix, que parecía satisfecho. Falcó, muy serio,
estaba algo pálido y en sus ojos dorados aleteaba una mirada ausente y
dura. Adonis tenía los rasgos como esculpidos en roca, y algo oscuro
flotaba sobre su frente hermosísima.
—Tomad una espada de verdad y un escudo, duque de Alanzell —dijo Adonis Adiant—. Os prometo que os hará buen servicio.
—Permitidme
ser fiel a mi estilo, señor de Alaior —contestó Falcó—. Hasta el día de
hoy, nunca he usado mis faussars por diversión.
—Os
aseguro que no es mi intención que os divirtáis, sino que los utilicéis
para defender vuestra vida. Manos a la obra, pues: a ver si sois tan
bueno como dicen.
Y
Adonis fue el primero en lanzar un tajo, obligando a Falcó a esquivarlo
echando la cabeza atrás, y aun así el encaje que adornaba el cuello de
la camisa de Falcó fue cortado por la afilada espada del demonio, y el
jirón cayó lentamente sobre el césped que tapizaba el suelo.
El
silencio era profundo mientras Adonis Adiant daba un paso atrás y abría
los brazos en cruz, uno armado con la espada, el otro sosteniendo el
escudo, invitando a su contrincante a atacar. Pero Falcó estaba
plantado, con un faussar en cada mano, los brazos caídos a cada lado.
—¡Atacad!
—No. Atacad vos si queréis.
Adonis
Adiant se echó encima Falcó y le propinó media docena de poderosos
golpes de espada, con fuerza y desde arriba, y Falcó se limitaba a
contener o desviar los tajos.
—¡Luchad! ¡Luchad o moriréis aquí mismo!
—Estoy
aquí de forma voluntaria, señor, por amor a Jasíone y por simpatía
hacia vuestra causa. Estoy aquí porque ayudé a vuestros primos, que iban
a ser asesinados. ¿Qué derecho tenéis a despreciarme a mí y a mi vida?
—¡No habléis! —gritó Adonis, mientras seguía atacando a Falcó con ferocidad—. ¡Luchad conmigo!
—¿Sí?
—contestó Falcó, amparándose de los golpes de Adonis—. Mirad vuestro
escudo: ¿cuántas de estas piedras preciosas relucientes creéis que
dejaría en él si llegáramos a las manos de verdad, vos y yo?
—Te
lo diré —respondió el señor Adonis Adiant—. Nunca he ido a la guerra
sin volver con cien joyas por cada una que me arrancan del escudo en
combate, para volver a adornarlo con los despojos de mis enemigos.
—Pues
conmigo perdéis el tiempo, Adonis —sorprendiendo a todos los que
miraban el combate, Falcó sonrió—. Ni yo soy enemigo vuestro, ni mis
despojos podrían adornar vuestro escudo, pues he venido aquí con una
mano delante y otra mano detrás: los atuendos que traigo son gentiles
préstamos de vuestros primos.
—¿Ah, sí? Pero la joya más valiosa con que os adornáis, Falcó, me pertenece a mí antes que a vos.
Aquí Falcó borró toda sonrisa de su rostro.
—No
considero que la joya que mencionáis sea de mi propiedad, Adonis
Adiant. Pero me niego a consentir que digáis que es vuestra.
Y
diciendo aquellas palabras, Falcó hurtó una vez más el filo de la
espada del señor de Alaior, y se separó de él. Adonis, contemplándolo de
arriba abajo, dijo:
—Por
mi orgullo, Falcó de Alanzell, si eres la mitad de hombre que dicen que
eres, acepta mi reto de un combate singular, aquí y ahora. Y, si me lo
niegas, quedarás por cobarde claro y patente.
Entonces,
cansado de recibir por parte del señor Adonis Adiant, tanto con la
espada como con las palabras, Falcó se defendió, y tras parar un golpe
con sus sables en cruz él mismo empezó a asestar tajos con los dos
faussars, y por varias veces éstos rebotaron en el escudo del señor de
Alaior, y cada vez alguna de las joyas allí incrustadas saltaba en alto
como una lluvia de destellos de colores, y entre golpe y golpe Falcó,
enfadado, decía estas palabras:
—He
compartido mi lecho toda mi vida con el riesgo, y el peligro de muerte
ha sido mi amigo íntimo. ¿Quien creéis ser vos para juzgar cuán hombre
soy?
Y
Adonis se resguardó con el escudo aquella lluvia de golpes,
retrocediendo a merced del furioso empuje de Falcó, hasta que plantó una
de las rodillas en el suelo y aprovechó el impulso de Falcó para
tirarlo al suelo.
Falcó
aterrizó en medio de un grupo de acónitos, y se levantó raudo, a tiempo
para detener un golpe que lo hubiera podido partir por la mitad.
La
fuerza con que Adonis Adiant lo golpeó le dejó entumecidos el brazo
derecho y el hombro, y los dedos no pudieron retener el arma, que cayó
sobre la hierba; Adonis aprovechó la ventaja momentánea que tenía sobre
su rival, y se abalanzó una vez más sobre él, y con el mismo movimiento
hirió a Falcó en un costado, a la altura de la cintura, bajo el tórax, y
la sangre saltó, manchando no sólo la camisa de Falcó, sino también la
de Adonis.
Aun
cuando el demonio lo acababa de herir Falcó no tuvo ningún respiro,
sino que rodó por el suelo para esquivar otro espadazo del señor de
Alaior, un gran tajo en redondo para cortarle el cuello si hubiera
llegado a su destino.
—¿Todavía me dirás que no tienes miedo a morir? —rió Adonis Adiant.
—Quien
tiene miedo es un esclavo, por rico y por poderoso que sea —exclamó
Falcó—. ¡Pero quien no tiene miedo de nada es el rey del mundo!
Adonis
se desprendió de su escudo y atosigó a su rival con golpes de espada
seguidos y lanzados desde todos los puntos en rápida sucesión.
Finalmente hirió de punta, y el faussar que todavía empuñaba Falcó y la
espada de Adonis Adiant cantaron al frotarse uno con la otra a lo largo
de toda la hoja, y Adonis acabó el golpe moviendo su arma en espiral,
con lo que envolvió el faussar y el peso superior de su arma le dio la
victoria, enviando el faussar por el aire.
Jasíone,
con la cara blanca como una azucena, se levantó y quiso abalanzarse
sobre su primo, pero Garric se lo impidió. Adonis le puso la espada a
Falcó sobre la garganta, donde todavía estaba tierna la herida que
Tárrec le había hecho.
—¿Todavía me dirás que no tienes miedo a morir? —le repitió la pregunta, esta vez sin rastro de humor en su tono.
Y Falcó le contestó:
—Tienes
tu espada, y mi vida está en tus manos. Pero no tengo miedo. Hiere si
es ésta tu voluntad. Es la esclavitud y la pérdida las que me
horrorizan, y no la muerte: pues si muero ahora, me habré ido de este
mundo siendo el más rico de los hombres.
Adonis
apretó los labios, y por un instante pareció que iba a empujar la
espada para acallar a Falcó, pero en cambio la alzó mientras le hacía
dar vueltas dentro de su puño, como si todo fuera nada más que un juego,
y dijo con tono burlón:
—Bah.
Tienes el ademán y las palabras de un gran señor, pero no eres más que
un zangolotino arrancapinos. Espero que todos aquellos que se han
atrevido a compararte conmigo sepan ahora cuánto mayor es mi poder que
el tuyo. Y si sabes lo que te conviene, te apartarás de mi camino.
Y, mientras desaparecía entre los naranjos, de camino hacia su palacio, le dijo a su hermana:
—Que le curen la herida. Y pídele disculpas de parte mía a nuestra querida Jasíone, por haberle estropeado su juguete.
Sin embargo, la que sigue es una ilustración con mucha magia para mí. Ilustra la escena en que Falcó y Jasíone hacen el amor por primera vez, un momento arrebatador y largamente esperado por el joven protagonista, que se enamoró de Jasíone prácticamente nada más verla.
Falcó
y Jasíone han hecho el amor por primera vez. Varias lectoras me han
dicho que este dibujo parece el anuncio de un perfume o una colonia.
Y
mientras estaba en la cocina vio que los criados iban y venían con
baldes de agua bien caliente, y preguntó si Cárritx se había despertado
perezoso para acicalarse en la gran y equipada sala de baños. Y le
respondieron que era Falcó de Alanzell quien se había levantado y había
solicitado tomar un baño, y como estaba convaleciente le estaban
llenando la bañera de bronce de su habitación. Y Jasíone hizo que le
llevasen el mejor jabón, y sales minerales y perlas de aceites
esenciales, y al cabo de un tiempo bien calculado ella misma le trajo
dos toallas de gamuza bien esponjosas y perfumadas, y entró en la alcoba
sin pedir permiso, y como ella quería encontró en la bañera al joven,
quien al verla dio tal brinco que una buena cantidad de agua se derramó
sobre el suelo de mármol.
Jasíone
contempló maravillada los miembros poderosos del joven Falcó, de
aspecto tan delgado pero tan fuerte a la vez, como si estuviera hecho
todo de hierro.
Era
una gran maravilla ver cómo pese a ser humano y su juventud, que
implicaba que todavía no estaba acabado de formar, cuando Falcó se había
desnudado de todo su atuendo y de las lujosas prendas de vestir con que
le gustaba cubrirse, parecía que no se hubiera desprendido en absoluto
de su elegancia ni de su resplandor.
—¿En
qué estabais pensando, mi señor? —le dijo Jasíone, fingiendo seriedad—.
¡Ni más ni menos que bañaros solo, en vuestro estado! —y cuando él
luchaba por pronunciar algo ella le puso un dedo sobre los labios— ¡No
os atreváis a discutirme!
Jasíone,
que iba vestida con una preciosa túnica blanca y una sobrevesta rosada
bordada con pedrería y con largas mangas, se despojó de ésta y de los
anillos, las pulseras y los brazaletes, y así con los brazos desnudos
acercó un escabel a la bañera y se arrodilló, y tomó la esponja marina y
con ella empezó a frotar suavemente el cuello y los hombros del joven,
con lentos movimientos circulares. Falcó, que al principio estaba algo
agarrotado, bajo el suave masaje de la esponja y a merced de los aromas
de los aceites esenciales, se fue relajando, y se dispuso a disfrutar de
aquel regalo que la diablesa le ofrecía. Y Jasíone fue bajando por la
espalda, y después le frotó los brazos, y entonces lo tomó por un
tobillo y, con una sonrisa traviesa, se lo hizo apoyar sobre el borde de
la bañera, y empezó a trazar círculos con la esponja a lo largo de la
pierna, por la pantorrilla, tras la rodilla, y cuando bajó por el muslo
Falcó se volvió a poner rígido, con la respiración agitada por el deseo
amoroso, y al mirarle el rostro Jasíone vio que había enrojecido hasta
la raíz de los cabellos.
—¿Puedo saber qué os pasa, señor? —dijo ella, juguetona, con la voz algo ronca.
Y
aquí Falcó la agarró por la muñeca, y quedaron unos instantes mirándose
fijamente a los ojos, y de pronto Falcó la envolvió con los brazos y la
atrajo hacia él y la besó, pero casi al instante hubo de soltarla,
haciendo un gesto de dolor.
Jasíone,
que se había puesto roja como las amapolas en verano, de pronto se
sintió culpable, y se puso en pie. Falcó también se levantó, pero las
rodillas le fallaron y si Jasíone no lo hubiera sostenido hubiera ido a
parar al suelo.
—¡Espera! —dijo Jasíone, risueña—. Despacio, ven conmigo.
Con
la ayuda de la diablesa, Falcó salió del baño, y Jasíone, fingiendo no
darse cuenta de la patente excitación del joven, lo ayudó a secarse y a
vestirse, entre las risas de los dos. Cuando Falcó intentó con las manos
torpes abotonarse la camisa, Jasíone lo apartó suavemente para hacerlo
ella, diciendo:
—Demasiados botones para unas manos tan inseguras.
Y
entonces Falcó le tomó la cara y la miró fijamente a los ojos, y
talmente saltaban chispas entre los dos, como cuando se golpea una lasca
de sílex contra un filo de metal. Falcó la hizo sentarse sobre sus
rodillas y empezó a besarla suavemente, con besos blandos y breves, y le
besaba las mejillas, la frente, los ojos, los labios, el cuello... Y
mientras tanto, sus manos grandes y cálidas recorrían el cuerpo de ella
por todas partes, y Jasíone sentía aquellas manos sobre ella como
carbones encendidos, y los labios de él también quemaban.
—Oh Falcó... —suspiró ella—. Tenéis fiebre...
—Oh, sí —dijo él con voz turbia—, pero no de la clase que vos pensáis.
—Parad,
loco —dijo ella como ahogada—, no empecéis nada que no podáis acabar.
Además, mis hermanos seguramente nos esperan para el desayuno.
—A mí me apetece otro tipo de desayuno, Jasíone.
—No,
no —decía ella, pero había metido las manos por debajo de la camisa y
sus dedos recorrían el cuerpo ardiente de Falcó—. Parad...
—Tú has empezado esto, pérfida —dijo Falcó—, ahora no puedo detenerme.
No os arrepentiréis. Es de los mejores libros de amor que he leído.